Haberse muerto tanto y que la boca
Quiera vivir un poco todavía
Y que el hombro resista los escarnios
Para que el verso cálido lo diga
Haberse muerto tanto y de tal modo
Y sostener un nombre todavía
Y una voz que se afirma y se alza en números
Haberse muerto tanto cada día
Y las tintas azules y las rojas
Y las hojas, las rosas, las esquinas
Y las tintas azules y las rojas
Y las hojas, las blancas, las caídas
Haberse muerto tanto y que las manos
Quieran abrirse paso todavía
Y empuñar otra mano y otra mano
Y querernos más, querernos vivas
Las campanas caídas y las rotas
Y las gotas de tinta en las heridas
Y las muertes con nombre de nosotras
Y las otras que el cuerpo nunca olvida