La otra noche mientras iba caminando como un curda,
tranco a tranco, solo y triste, recorriendo el veredón,
sentí el filo de una pena que en el lado de la "zurda"
se empeñaba traicionera por tajear mi corazón.
Entre harapos lamentables una pobre limosnera
sollozando su desgracia a mi lado se acercó,
y al tirarle unas monedas a la vieja pordiosera
vi que el rostro avergonzado con las manos se tapó.
Yo la he visto cuando mozo ir tejiendo fantasías
con sus sueños de alto vuelo y sus noches de champán.
¡Pobrecita! quien pensara los finales de sus días
y en la trágica limosna vergonzante que hoy le dan.
Me alejé, Vieja Recova, de su lado, ¡te imaginas,
de la amiga de otros tiempos, qué dolor llegué a sentir!
Lo que ayer fuera grandeza hoy mostraba sólo ruinas,
y unas lágrimas porfiadas no las pude desmentir.
Vieja Recova,
rinconada de su vidas
la encontré sola y perdida
como una muestra fatal.
La mala suerte
le jugó una carta brava,
se le dio vuelta la taba,
la vejez la derrotó.
¡Vieja Recova, si vieras cuánto dolor!