La última luz en el barrio se acaba de apagar
y mientras unos duermen otros salen a buscar;
en su calle unos metros más allá,
cada noche yo espero que ella consiga escapar.
En su casa no me puede ni nombrar,
durante el día estudia y hace vida familiar,
y cuando creen que duerme, por la puerta que hay detrás
cada noche a escondidas me busca en la oscuridad.
Y yo le digo: ven conmigo, ven, ya se apagaron las luces.
Ven conmigo, ven, te espero en el primer cruce.
Vaya ojos que tienes después de tanto dormir.
Si su madre supiera que ahora ha estado junto a mí,
que al caer la noche como un vulgar ladrón,
escaleras abajo me busca en el callejón.
Ven conmigo, ven, ya se apagaron las luces.
Ven conmigo, ven, te espero en el primer cruce.
Después de varias semanas todo terminó,
fue descubierta en su fuga y su puerta se cerró.
Ya no he vuelto a verla, no sé si será mejor,
pero aún recuerdo las noches en que huíamos los dos.
Y le decía: ven conmigo, ven, ya se apagaron las luces.
Ven conmigo, ven, te espero en el primer cruce.